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Esther Rodríguez tras el oro europeo en Maratón: “La victoria fue contra la humedad… y sin himno”

La atleta riojana narra una carrera «totalmente fuera de lo físico» marcada por una humedad extrema que convirtió la prueba en una «mini sauna» y desbarató todas las estrategias, transformando el triunfo en una batalla mental hasta la meta

El pasado sábado 6 de septiembre, Esther Rodríguez se colgó la medalla de oro (individual y por equipos) en el Campeonato de Europa de Maratón Máster, celebrado en la ciudad finlandesa de Jyväskylä. Se proclamó campeona en la categoría W45 con un tiempo de 2h53:39, un logro que, sin embargo, esconde una historia de superación, sufrimiento extremo y una profunda lucha psicológica. Lejos de la euforia esperada, la carrera fue, en sus propias palabras, «una mierda», un calvario donde la mente tuvo que sobreponerse a un cuerpo que no respondía como esperaba.

Rodríguez llegaba a la cita continental en un estado de forma excepcional. «Creo que nunca te he visto tan en forma», le había comentado su entrenador, Borja Langarica. Los entrenamientos previos habían sido excelentes, hasta el punto de plantearse la posibilidad de lograr su mejor marca personal. Pero la realidad en Finlandia fue un golpe inesperado. «De repente en la salida había muchísima, muchísima humedad», relata.

Esa condición climática lo cambió todo. A pesar de encontrarse bien, a los cuatro kilómetros se dio cuenta de que las cosas no iban según lo previsto: «Me costaba la vida ir a 3:52 cuando entrenando no había tenido ningún problema con ese ritmo». La estrategia inicial de empezar a un ritmo de 4:00 min/km y acelerar se vino abajo. El plan se convirtió en una lucha por la supervivencia. «No corría el viento, era como estar en una mini sauna», describe, añadiendo que la sensación térmica era mucho peor que los 23 o 24 grados que marcaba el termómetro.

Pronto se dio cuenta de que no era un problema individual. El grupo de atletas españoles de alto nivel con el que corría, incluyendo a Pedro Trapero y su pareja Héctor Estébanez, se desmoronaba. «Se quedó todo el mundo. Me di cuenta que no era yo sola», explica. Esta constatación fue clave para entender que las condiciones eran extremas para todos. A esto se sumaron unos avituallamientos deficientes, con «solamente agua e isotónico light, sin carbohidratos».

En medio del caos físico y mental, la figura de su compañero Pedro Trapero fue su salvación. Tras la retirada de Héctor en el kilómetro 25, ambos se apoyaron mutuamente en un pacto no verbal de supervivencia. «Tira que yo no puedo… no que te espero», se decían. «Para mí fue la salvación», confiesa Esther.

La confusión aumentó por una información errónea sobre su posición en carrera. Cuando le gritaron que estaba «a 40 segundos», pensó que su perseguidora en la categoría W45 le estaba recortando distancia, lo que le generó una gran angustia. «Dije, ‘buah, tengo que acelerar un poco!’ Y hubo un momento que intenté ir más rápido y fue peor», recuerda. La realidad era que esa diferencia era con la primera clasificada de la general, una atleta de otra categoría. Corrió gran parte de la maratón «totalmente a ciegas», sin referencias de sus rivales y con el temor a ser alcanzada. De hecho, sin saberlo, le sacó siete minutos a la segunda clasificada de su categoría, tercera de la general.

El sufrimiento no le permitió disfrutar del momento, ni siquiera sabiendo que iba a ganar. «No me estaba haciendo ilusión por el sufrimiento. Digo, ‘¿pero por qué voy tan mal?’ No lo entendía». El subidón real no llegó hasta cruzar la meta y ver a su familia.

Sin embargo, la jornada aún le deparaba una última frustración. La ceremonia de premiación fue adelantada una hora sin previo aviso. Cuando Esther llegó, otra persona ya había subido al podio en su lugar. «La única medalla de oro que hubo individual, fue la mía de toda España», lamenta. Se perdió el momento soñado de escuchar el himno nacional en lo más alto del podio. A pesar de su reclamación a la organización -«This is not fair», le espetó a un responsable-, la ceremonia no se repitió.

Inicialmente, la atleta se sentía frustrada por su tiempo (2h53:39), muy alejado de sus mejores marcas. No fue hasta ver la repercusión de su victoria y hablar con otros atletas -una corredora alemana le contó que había empeorado su marca en 15 minutos- cuando empezó a asimilar la magnitud de lo conseguido. «El tiempo da igual, es un campeonato», le decían.

Con la «espinita» de no haber podido rendir a su nivel físico, Esther ya piensa en el futuro con la euforia todavía fresca… y un catarro inoportuno. Sus próximos objetivos confesables son el Campeonato de España Máster de 5000 en ruta en octubre en Bertamiráns (La Coruña) y el Campeonato de España de Maratón en Barcelona en marzo de 2026. Metas que afronta con la tranquilidad de haber encontrado su sitio en el ADAS-CUPA, su club, al que no piensa cambiar.

Para Rodríguez, el equipo es mucho más que una ayuda económica; es un pilar fundamental. Destaca especialmente la figura de su presidente, Agustín González, del que resalta su implicación personal y psicológica. «Es una persona que se involucra tanto en el aspecto psicológico de lo que es competir por un equipo, hacer equipo, ir todos juntos, preocuparnos unos de otros», afirma. Este enfoque, que promueve la unión en un deporte eminentemente individual, ha sido clave para ella. «Actuamos como equipo, nos esperamos para cenar todos, detalles que dicen, ‘esto es un grupo'», concluye. Un entorno de confianza y apoyo que, sin duda, ha contribuido a forjar el carácter de una campeona de Europa.

Por otra parte, Esther Rodríguez no piensa abandonar el Triatlón «La natación me encanta. El atletismo se me da bien, pero sigo considerando la natación como mi deporte, o sea, donde más experiencia he tenido porque me he criado ahí».

Esther Rodríguez demostró en Finlandia que el Maratón es, a menudo, un ejercicio de supervivencia donde el carácter se impone al estado de forma. El oro conseguido, aunque amargo en su gestación y agridulce en su celebración, sabe a la más dulce de las victorias y redefine el éxito: no se trata siempre de volar, sino de saber avanzar cuando las piernas suplican detenerse.

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